A fines del siglo I a.C., con la construcción en Roma por Marco Agripa de las que serían las primeras termas públicas monumentales, se podía observar el cambio radical que en el mundo romano había experimentado la práctica balnear, recibida la influencia de una cultura griega responsable de la invención de la bañera y de la instalación en los gimnasios de un espacio propio para el lavado de los deportistas. Convertido el baño en un acto diario ejercido por todas las clases sociales, su lugar de ejecución, las termas, se transformaría en un enclave indispensable en toda localidad donde poder asearse tras el entreno o, directamente, deleitarse con los placeres del baño a través de las salas caliente, templada y fría, mientras la clientela sociabilizaba dentro de un complejo destinado tanto a la higiene como al ocio y el bienestar. Con la expansión de la cultura latina por todo el Imperio, las termas llegarían a las tierras que posteriormente constituirían Extremadura, irguiéndose las instalaciones termales en el corazón de ciudades como Augustóbriga, Norba Caesarina, Nertóbriga o Regina, sin que la multitud de villas agropecuarias que las salpicasen -así Torreáguila o La Cocosa- careciesen de ellas. No faltarían las termas salutíferas que aprovechasen las propiedades curativas de las aguas minero-medicinales, como sucediese en Baños de Montemayor. Entre todos los enclaves vendría a destacar el emeritense, donde los más de treinta baños catalogados en su suelo hacen de la antigua Augusta Emérita una auténtica “ciudad de las mil termas”. Hoy, contabilizando las termas visibles y/o visitables, puede ofrecer la comunidad extremeña una colección de yacimientos termales que supera la treintena de ejemplares, con monumentos tan completos como el de Cáparra, tan bien preservados como el de Lacimurga, o aún en uso como el de Alange, considerado este último el edificio termal romano salutífero mejor conservado de España. Una demostración de la riqueza arqueológico-termal extremeña convertida en protagonista de la presente obra, donde el lector podrá comprender la funcionalidad del edificio termal, así como disfrutar paseando entre las termas romanas heredadas por una región cuyo patrimonio es tan desconocido como, una vez descubierto, gratificante.
Termas Romanas de Extremadura
Samuel Rodríguez Carrero nace en Cáceres en 1982, donde se diplomaría en Turismo por la UNEX en 2003. Residiendo en Badajoz desde 2013, su pasión por la historia y el arte, unidos a su amor por la región de donde provienen sus raíces, donde se dio su crianza y donde se ubica su hogar, le llevarían a fundar en 2011 el blog “Extremadura: caminos de cultura”, a fin de mostrar los monumentos menos conocidos de la región extremeña. Tras colaborar en diversos trabajos y proyectos, siempre en pro de la promoción del patrimonio regional, nos presenta hoy su primer libro, a modo de prolongación de la labor ejercida desde la red. Pues, como él mismo confiesa, la obra que hoy sale en papel “no deja de ser un artículo para el blog que se me fue de las manos”, para terminar, ahora, en manos del propio lector.