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He llamado a este escrito «El Evangelio del Testimonio». Los términos evangelio y semejantes no aparecen nunca en Juan, pero la tradición absoluta de la Iglesia lo ha denominado «Evangelio», como título sólo compartido con los tres Sinópti-cos. En cuanto al segundo término, con el que lo especifico está más que justificado. Efectivamente, cuatro veces lo afirma el mismo autor: dos en cada epílogo; aún más, tenemos que contemplar que la familia del verbo testimoniar representa un concepto estrella del IV Evangelio (cuarenta y seis frecuencias). Esta nota característica está muy emparentada con la aportación específica que hace Juan al conjunto de los evangelios.  Tan evidente es este título que no será necesario insistir más en él, puesto que muchas serán las páginas que darán fe de lo bien justificado que está. El término está tomado del vocabulario judicial, porque el autor concibe la historia como un gran despliegue del proyecto de Dios, su Logos, que es Vida, Luz, Verdad, Misericordia y, Lealtad, a lo que pretenden oponerse, sin éxito, las fuerzas que llevan las riendas de la organización social reinante (el mundo), incluso del mismo pueblo de la Alianza (los suyos). El juicio universal está abierto. El testimonio de la verdad es de tal contundencia que, de antemano, pese a la apariencia de fracaso rotundo de Jesús, édl se pronuncia firmemente proclamando que el Príncipe de este Mundo ya está juzgado, y asegura: Yo he vencido al mundo. Pues bien, este juicio, que no necesita esperar a la muerte individual o colectiva para realizarse, se evidencia especialmente en el tiempo de Jesús y esto nos lleva de la mano a un argumento que, aunque no es privativo del 4º Evangelio, podemos afirmar con toda certeza que es en él donde se expresa con más nitidez, debido a su lenguaje intencionadamente dualista, incluso gnóstico: el Juicio. En efecto, el Juicio será el argumento fundamental de este texto. 

05- La obra de Juan. El evangelio del testimonio. Las tres cartas

SKU: 9788412315790
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  • BENITO ACOSTA:

    Nació en Zalamea de la Serena (Badajoz) el 14 de marzo de 1937, en plena guerra incivil.  El año 1952, entró en el Seminario Diocesano de San Atón. Se ordenó el 7 de abril de 1962 y su primera misión fue la de coadjutor de Aceuchal. Allí la gente más humilde le enseñó unas páginas de teología que no estaban en los libros. Fue después párroco de una pequeña aldea de la zona que había sido portuguesa, Táliga, donde los pobres le siguieron enseñando teología. Tras una estancia forzada en Melilla, fue párroco de La Morera, un pueblo pequeñito, donde pudo conocer a cada habitante, casa por casa, por su nombre. Se incorporó a la diócesis de Málaga, como párroco de Mollina, que fue para  él como estrenar su ministerio, con la alegría de contar con un equipo magnífico de compañeros. El pueblo siguió siendo su gran maestro, junto con el Evangelio. Después de diez años en Villanueva de Algaidas, pasó un largo tiempo en una barriada humilde de Málaga ciudad, Granja de Suárez, una parroquia muy peculiar. En este tiempo tuvo la oportunidad de publicar bastante material del que había ido trabajando desde que se ordenó, escrito fundamentalmente de noche, en las horas en que podía trabajar más tranquilo. Actualmente, sus mayores satisfacciones provienen de un trato muy cordial con nigerianos, donde encontró una gente encantadora de fe sencilla, de los que ha seguido aprendiendo mucho cada día. Actualmente está jubilado y vive en una residencia de ancianos.

  • 648 PÁGINAS

    TAMAÑO A5

    ENCUADERNACIÓN RÚSTICA.

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