En muestra infancia y juventud los olores, los sabores, el respeto universal, la urbanidad y la pulcritud de calles y plazas, que asiduamente frecuentábamos, son impensables en la actualidad. Por eso, me atrevo ahora a relatar, con los cinco sentidos limpios de mis primeros años, lo que vivimos, cuando aún había pregonero en las calles y plazuelas de la ciudad y la venta callejera era diaria con productos frescos del productor al consumidor. En ese Badajoz, cercado por murallas, y controladas las salidas y entradas por cuatro puertas muy bien situadas: Puerta del Pilar, Puerta Trinidad, Puerta Carros y Puerta de Palmas, estuvo flotando el bullicioso devenir de nuestros primeros años, que paulatinamente empezamos a notar cómo se nos iban escapando sin poder frenarlos.