Oculta tras el resplandor de la luz, nuestra poetisa, con el sentimiento  en la mano, enhebra el llanto, pasa su dolor entre los hilos del amor, cruza recuerdos, descruza pesares, intriga a la tristeza bajo el plenilunio de su canto, enreda en torno al hogar y al trabajo, teje, en soledad, poesía y canto y, con pureza y humildad, lanza su poética al espacio. En donde, como diosa madre, nos ofrecerá su brebaje, alumbrará nuestro espíritu y, con la voz del cielo,  encandilará con su plectro a quienes, en unánime aplauso, se deleitarán con quien con el alma y la vida ha venido a tocarnos el corazón.